miércoles, 19 de noviembre de 2008

PÁGINA 12. (2005-05-24).





“Tirarse contra Perón era como tirarse contra Boca”
Al creador de La Revista Dislocada, hito radial de la década del ’50, se le atribuye la “invención” de la palabra “gorila”. Hoy, a los 84 años, Délfor cuenta anécdotas de su carrera y de la relación del humor con la política.



Por Cristian Vitale

En el verano de 1955, medio año antes del derrocamiento del gobierno peronista, un grupo de servicios opositor al entonces presidente Juan Perón debía identificarse con otro a través de mensajes cifrados, con el objeto de evitar que se descubriera el fin golpista. Y no tuvieron mejor idea que recurrir a la palabra gorila, sin tener la menor idea del estigma que iba a recaer sobre ellos luego del golpe militar. La historia fue más o menos así: uno de los cuadros antiperonistas estaba escuchando La Revista Dislocada por Radio Splendid y sugirió el apodo como táctica identificatoria. Délfor Dicásolo la usaba mucho en sus tiras radiales diarias, por la popularidad que la palabra había adquirido en Marabunta, uno de los espectáculos más taquilleros de la época, que el mismo cómico había presentado en un teatro de la calle Corrientes. En uno de los sketches más graciosos de la obra, un científico alcoholizado lideraba una expedición en busca de un cementerio de gorilas. Y en el camino, cada vez que escuchaba un ruido, el investigador, con varias copas de más, repetía “deben ser los gorilas, deben ser”. La frase se transformó por entonces en un dicho enormemente popular: no sólo provocó la aparición de una canción (Deben ser los gorilas) que vendió 60 mil copias en una semana, sino que dejó grabada una de las palabras con más peso simbólico de la historia política argentina. “Nunca fui peronista –sorprende Délfor, a casi cincuenta años de su ‘invención’–. Sí conocí mucho a Evita... ella tenía una personalidad enorme. En Trabajo y Previsión andaba a las puteadas... les decía a los trabajadores ‘ustedes son boludos, salgan a la calle y ármenle escándalo a Perón... júntense’. También fui la única voz no oficial que salió por la radio del Estado cuando se conmemoraron los 100 años de la muerte de San Martín, en 1950. Aquella vez, Perón me premió por patriota, pero yo nunca fui peronista. Nunca me metí.”

Délfor Dicásolo tiene hoy 84 años. Hace ocho meses que dejó de fumar, pero acepta dos cigarros. “No trague el humo”, le aconsejan desde una mesa lindera del bar elegido para el encuentro. El asiente. Aún peina esos bigotes llanos que lo acompañan desde la dorada época de La Dislocada y conserva una memoria lúcida. Una instantánea clavada en cualquier día de los cincuenta revelaría lo que significó aquella tira para la cultura de masas en Argentina..., además de ser el promotor de la palabra gorila, también fue quien definió a Isaac Rojas como la hormiga negra. “Nuestro humor era clásico, ni viejo ni nuevo. Nos adelantábamos a todos los efectos”, asevera. Délfor fue además un gran descubridor de cómicos y también uno de los pocos amigos de Eva Duarte –tenía su teléfono, revela todavía deslumbrado–. La conoció mucho antes de que pasara a ser la Evita del pueblo. “La película que hizo Oliver Stone es poco seria. Aparece Magaldi cantando en 1943, cuando él había muerto cinco años antes..., de ahí inventan el romance entre ambos. Todo mentira”, opina con un acento italiano que lo torna más gracioso.
–¿Qué hace hoy, Délfor?
–Luego de vivir mucho tiempo en el exterior, después que me prohibió Lanusse en 1973, volví al país y reviví por un tiempo La Dislocada en Radio Nacional. Pero no me trataron bien y me fui. Ahora estoy por integrarme a otra emisora, pero no quiero dar detalles.
Délfor también trabaja en Argentores con el objeto de “aconsejar nuevos valores, pero se entiende mejor con su pasado: nacido en Chivilcoy a comienzos de la década del ’20, quedó huérfano a los 18 y se ganó la vida como caricaturista hasta que llegó a Buenos Aires. “Les llevaba caricaturas a los músicos para que me las firmaran, hasta que una vez vino Magaldi –recuerda– y me invitó a Buenos Aires.” El padrinazgo se quebró por la muerte del cantor de El Penado 14 y Délfor debió hacerse solo. Debutó en Tangos y Boleros, una tira diaria en Radio Argentina con Elías Mussimessi, que alternaba entre el chamamé y el arco de Boca. “Estaba tododado para arrancar con La Revista..., pero nos frenó la falta de publicidad. Yo había conseguido un auspiciante de calzoncillos, una palabra que se podía escribir –salía en la contratapa de la El Gráfico–, pero no se podía decir por radio. Tuvimos que buscar un experto en anatomía para que le diera una vuelta y le bajara el tono guarango que tenía entonces. Así firmamos contrato.” Una vez envuelto el paquete, se largó la Dislocada. “La Revista... era comparable con lo que dicen hoy Pergolini o Tinelli. Era todo novedad. Le pusimos hormiga negra a Rojas..., menos a Perón tocábamos a todos”, evoca Dicásolo.
–¿Por qué no a Perón?
–Nunca se me cruzó. Tirarse contra Perón era como tirarse contra Boca.
Tras salvarse de quedar pegado en la lista negra que elaboró la revolución libertadora, Délfor comenzó a vivir las mieles del éxito a partir de 1956. “Hacíamos Teledisloque, que era una parodia de los periodistas. Estaba Tristán, que decía “llamando el puesto móvil desde Tortuguitas...”, evoca.
–Después La Revista... pasó a la televisión..., ¿cómo fue ese trance?
–Previo paso por el 7 en 1959, pasamos al 13. Convivieron ambos ciclos... en radio, creando personajes, y en TV poniendo la carita.
–¿Le costó adaptarse?
–A mí no. Pero había que rediseñar todo. Hacíamos sketches, parodias de películas y series de TV como La patrulla del camino, Tarzán o La ciudad desnuda. Yo no sé qué pasó con los videos. Es un misterio. Estaban Calígula, Balá, Porcel, Schifrin y Alberto Locatti, un imitador fuera de serie. Creo que los Les Luthiers nos copiaron todo.
–¿Por qué lo prohibió Lanusse?
–Este es otro misterio. Un día llego al estudio y me dicen “no hay más espacio para usted, se vendió”. Insólito. Hacía 24 años que estaba en la radio y nunca me había pasado algo así. No me dieron ninguna explicación, pero supongo que fue por el tema de la palabra “gorila”, que tanto revuelo había causado en el país como icono de la resistencia peronista. Ni siquiera me podía ir del país, porque me negaban el pasaporte. Recién me lo dieron en 1978. Y me fui a Perú.
–¿Por qué se describe como un militante del humor sano?
–El ingenio es lo que trae la gracia. Hacer reír con groserías es muy fácil. Venden a la madre si es posible, pero eso no es humor. Si yo fuera hijo del ministro de Cultura me voy del país. Alfonsín, a quien yo voté, fue el culpable de todo. Quiero que me cuente qué hizo con la Ley de Radiodifusión, cuando nombró 60 tipos que todavía deben estar cobrando para estudiar la nueva ley. Pasaron 20 años y no hay ley.
–¿Y el Comfer?
–Es una risa. Hay cosas que no se pueden decir ni en TV ni en radio.
–Pero las “malas” palabras bien aplicadas no quedan mal...
–Mire, el bebé empieza con el bababab, después papapa y después... lalala pupupu. Así se empieza, vio. Hoy se escuchan asquerosidades en la tele..., una cosa es la picardía y otra la grosería.

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